martes, 4 de octubre de 2011

Un confite que se congela

También tus manos son navajas,
también tus ojos son palpitantes,
también tu boca es como ese confite que se congela en un refrigerador,
que sin que yo misma sepa como ha llegado hasta allí
se queda quieto, presente y pasivo,
pero gritando con su presencia verdades inimaginables,
verdades de las que vos sos victima,
el confite que se congela
y la boca que se sella son los fósiles que yo tengo ahora 
para mi,
para entender,
para pensar unos ratos.


Mientras tanto
ese confite y otras cosas siguen guardadas en una caja fría,
se siguen congelando rápido
dejan memorias inacabadas entre muertos que se resisten,
en el fondo de las sombras que nos hacemos,
se congela y nos congelamos.
De sorpresa me encuentro con que también has aprendido a esconderte entre trapos viejos,
entre alas rotas,
con las manos sucias y los pensamientos bajo la tierra que nos sostiene.

De sorpresa te sorprendo escondido,
preguntándote por tu alma y por tus verdades,
como un niño escondiendo las manos
sin ni siquiera mirarme
¿jugando a las escondidas conmigo?
No es inocente escondernos,
ni en los pensamientos,
ni en las memorias,
ni en los refrigeradores.

No es inocente fingirnos amantes de día
y de noche trepadores de la vida,
con las verdades guindando de los zapatos,
como mierda embarrada y apenas notada.
No, no es inocente que te congeles como ese confite,
no es inocente que los secretos sean "inocentes"
no hay inocencia en las acciones humanas, 
no hay ninguna inocencia que nos salve de nuestro día a día.